viernes, 4 de mayo de 2012

Un paseo por Córdoba.

El pasado 2 de mayo, aprovechando el puente, decidí pasar el día en Córdoba. Hacía algunos años que no iba y me apetecía bastante volver allí.

Una de las cosas que más me gustan de las ciudades del Sur, de Andalucía, es la mezcla de culturas.
Por aquí han pasado todas las grandes culturas de la historia occidental, como son la musulmana, la cristiana y la judía. Por no hablar de romanos, fenicios...y un largo etc. Y lo más sorprendente de todo es la paz con la que convivieron largo tiempo. Un tiempo de tolerancia y respeto entre ellos.
Por ello, nuestra cultura se ha visto enriquecida plenamente por estos contrastes. Gran parte de nuestro arte, nuestras costumbres...provienen de este pasado nuestro que, con orgullo, mostramos al mundo.


La primera visita obligada fue a la Mezquita. La gran conocida Mezquita de Córdoba. A muchos les sonará, aunque no sabrán que ésta, a día de hoy, es la Catedral de Córdoba.
Cogí mi cámara de fotos y empecé a deambular entre sus arcos de herradura, teñidos de colores rojos y blanco. Empecé a fijarme en sus detalles, en sus grabados, en los mensajes que recorrían sus paredes.
Qué cierto es que a través de un objetivo fotográfico la vida se ve de otra manera. Observas las cosas desde otra perspectiva. Te empiezas a dar cuenta de detalles y momentos que antes pasaban inadvertidos a tus retinas.
Y...Lo que más me impresionó fue la mezcla. Sí. La mezcla. Entre su estilo claramente musulmán, sus arcos de herradura, sus grabados árabes, el mihrab, que no señalaba a la Meca, sino al Sur, donde rezaban los musulmanes en antaño... Su luz especial...Tenue y misteriosa en la parte más árabe. Todo ello se mezclaba con capillas donde se rendía culto a los diferentes santos católicos, con crucifijos situados debajo de uno de los arcos característicos del lugar, los cuadros sobre Vírgenes y pasajes del Nuevo Testamento, sus bóvedas que apenas dejaban pasar unos cuantos rayos de luz que lo llenaban todo de misticismo...

                  
                     

Hasta que llegabas a la parte católica de la Catedral, donde el estilo era totalmente diferente. Todo se iluminaba. El techo, las paredes se teñían de blanco y oro. Las vidrieras y rosetones hacían de filtro y proyectaban un haz de luces de colores en el suelo. El altar y el púlpito presidían la zona. Y, lo que más me llamó la atención fue el coro y los dos órganos que se encontraban en los laterales. Además, una de las curiosidades de la zona es su bóveda. Ésta tenía forma elíptica y no redonda, como es lo normal en las Iglesias y Catedrales católicas. Pregunté el porqué a un guía y me dijo que era una de las peculiaridades, ya que se había tenido que realizar de esta manera para adaptarse a la arquitectura ya existente de la Mezquita.


Este dato me pareció muy interesante, ya que, pude comprobar una vez más que la mezcla de culturas siempre hace del arte algo original, único y sorprendente.
Sólo debemos fijarnos en la fachada de la Mezquita... ¿Qué Catedral del mundo católico tiene una fachada como ésta?











































































































































































































































































































































                                       

El patio que se encuentra en el interior de la Mezquita también es de estilo árabe. Repleto de pequeñas fuentes y canales de agua en el suelo, donde beben las palomas, rodeando a la fuente central.
Naranjos y olor a azahar ahora en primavera. Una de las vistas más bonitas es la del campanario que rodea al que antes era el minarete.

                                                  

Como muchas ciudades del mundo y, en concreto, de Andalucía, Córdoba es para pasearla... Pasear entre sus calles estrechas y empedradas. Disfrutar de su acento andaluz y de esos patios típicos.
Si tuviese que relacionar Córdoba con una imagen sería la de sus balcones y macetas azules repletos de flores fucsias o rojas. Esto es, en mi opinión, su principal señal de identidad.
Sus calles y casas así adornadas rebosan vida, color, luz... ¡Por todos los rincones!
Además...En esta época, la ciudad está repleta de gente por las calles y Córdoba le da la bienvenida al mes de mayo con su famosa fiesta de "Las Cruces de Mayo".

                         

Una de las plazas más famosas de la ciudad es donde se encuentra El Cristo de los Faroles. Al llegar a la placita, me acerqué a él para hacerle un buen reportaje fotográfico, cuando un hombre vino hacia mí para decirme que le hiciese la foto de frente, ya que era uno de los pocos Cristos que tenía dos clavos, uno en cada pie. Le dí las gracias... ya que la imagen ¡No pudo ser más bonita!      

                                              

Quizás la calle más popular y típica cordobesa es "La Calleja de las Flores". Cientos de turistas se amontonan en esta estrechita callejuela para sacarse alguna buena foto, entre balcones y macetas rebosantes de flores...que desemboca a un pequeño patio, con una fuente en medio, con alguna tiendecita donde encontré cosas tan curiosas como éstas... ¡No me podía resistir a pararme en cada una de ellas para leer los diferentes mensajes en los azulejos!
 
                                  
Mi paseo acabó con unas vistas preciosas de los restos de un templo romano... Uno de los vestigios de la Historia Antigua que podemos encontrar por sus calles... ¡Sin previo aviso!
Sin poder olvidarnos del maravilloso e imponente puente romano que atraviesa las dos orillas del Guadalquivir... desde donde podemos observar la Mezquita. De nuevo, dando lugar a una interacción de culturas mediterráneas que hacen de Córdoba una ciudad especial, llena de riqueza artística, de arte y de personalidad propios.

                                             

Ciudades y rincones como éstos dan sentido al eslogan: "Todos necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte."

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